Soñar despierto, pensar sin un hilo dirigido, estar en Babia, en la luna de Valencia, en otro mundo, en las nubes, fantasear, ensoñar, tener la mente distraída, ensimismarse… Es curioso que el lenguaje cotidiano maneje tantas expresiones para describir una acción que a priori está mal vista. Y que todos, aunque no queramos, hagamos. Por suerte, en los últimos años, la ciencia se ha adentrado en este territorio inexplorado y, gracias al avance de las tecnologías de la imagen, se sabe que divagar no es negativo, ni mucho menos, sino que tiene un papel fundamental en lo que somos y cómo integramos el mundo exterior en nuestra vida interior. 

Publicado en el Magazine de La Vanguardia en febrero de 2015

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