Ainhoa está embarazada de 31 semanas. Desde que supo que iba a ser padre, su pareja, Roger, está “atacado”. No puede evitar agarrarla del brazo cuando van a cruzar un semáforo; y pone el grito en el cielo cuando ella baja unas escaleras o entra en la bañera más rápido de lo que él considera normal. Está sensiblón, se emociona por cosas que antes no le afectaban y tiene lo que él denomina “signos de hipocondría”. “Voy al médico cada dos por tres: que si algo en el oído, que si rinitis… Estoy muy preocupado por la salud”, dice. 

Aunque Roger está biológicamente igual de preparado que Ainhoa para cuidar, proteger y desarrollar un vínculo afectivo con su bebé que durará toda la vida, desde la época de las cavernas, la sociedad y la cultura le han dicho que es la mujer la que ejerce este rol. Por eso no entiende los cambios que su cuerpo y su cerebro experimentan. Pero numerosos estudios avalan que los hombres tienen instinto paternal, similar al maternal de las mujeres, y las hormonas tienen mucho que ver. 

Publicado en el Magazine de La vanguardia en octubre de 2014

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